viernes, julio 20, 2007

Una mañana de perros

A Al Pacino le tocó la tarde, a mí la mañanita (del viernes)...

Los que me conocen bien saben que duermo como un tronco, y que no me despierta ni una fanfarria al oído, así que ya jode cuando estando de vacaciones me despierto y me desvelo a las seis de la mañana, habiendo dormido menos de cinco horitas. Tras dar unas vueltecitas en cama y ver que el sueño no vuelve, decido levantarme para pasar el rato y, descartada la tele, hurgo un poco en internet. Como todos sabemos, menéame es a internet lo que el zapping a la tele: puede tragarse horas de tu vida y no sacarás nada de provecho. Mientras mis neuronas empiezan a hacer los primeros contactos, planifico la mañana. Tres actividades sencillitas: llamar a Orange de móvil para que me liberen el teléfono, ir al banco a que me arreglen la tarjeta de débito y acercarme a una tienda a comprar un móvil libre para otra persona...

En España es más fácil encontrar a los Reyes Magos jugando al tute con Papá Noel que hacer gestiones en la hora del café. Es una lección que nadie debería olvidar, pero lo jodido es averiguar qué considera cada uno hora del café. Haciendo cábalas decido que mi llamada al amable servicio de cabreo al cliente no debe ser antes de las 10 (escenario: llego a la oficina, me tomo un café, leo el periódico y si me acuerdo, atiendo al maldito teléfono que no deja de despistarme del crucigrama) ni más tarde de las 11 (hora de los primeros cafés de media mañana). Iluso de mí, no contaba con un factor extra, a saber, la hijoputez de:
a) Los amables contestadores humanos del otro lado del teléfono.
b) La dirección de la subcontrata, que puede que tenga plus por cada cliente desmoralizado.
c) La política de empresa en sí. "Oye, Paco, y si te llaman para X o Y, maréalos a ver si se arrepienten".

He expuesto los posibles destinatarios, la culpa que se la repartan ellos. Por mi parte les deseo un cáncer o muerte por ladillas carnívoras, a gusto del consumidor. Pero si hay justicia, por favor, que en su lecho del dolor, cuando quieran llamar a una ambulancia o pedir vez para el médico, ¡que al otro lado de la línea esté uno de sus compadres!

Resumiendo la situación Naranja, sea un cliente C, y los amables operarios W, X, Y y Z:
  1. C llama al servicio de atención con una consulta sencilla (liberar el móvil). C sabe que es sencilla porque ya lo ha hecho en el pasado ("Hola, deseo liberar terminal", "¿No prefiere la oferta megachachi en lugar de liberarlo?", "No", "Vale, deme datos, códigos y a su padre compulsado". Pim, pam y pa casa 5 minutos o menos).
  2. La amable señorita W coge el teléfono, pide datos iniciales y pone a C en espera para contactar con el Departamento de Liberación de Móviles. Si en vez de un departamento fuesen un frente, les quedaría mazo de revolucionario. Mientras tanto, C disfruta de "Las viejas glorias de la música New Age" cortesía de Naranjito y asociados, disponible en el chino al módico precio de 3 €.
  3. Tras varios minutos de espera, la muy amable señorita me informa que no puede contactar con el departamento. Puedo elegir entre llamar en unos minutos o llamar directamente al departamento, pasando por caja. Gracias, rica, pero por caja va a pasar Rita.
  4. Intento número dos: C contra la deliciosamente amable señorita X. Repetimos el paso número 3 hasta que C se sepa la letra del escaso minuto de tema New Age que le ponen en bucle infinito, y eso que no tiene. "Uy, mala suerte, no contactamos con el departamento...".
  5. Como los champús, lavar, aclarar y repetir. Esta vez C se tropieza con el no poco amable señorito Y. El señorito Y hace cuanto está en su mano para que el dominio de C sobre el tema New Age alcance niveles insospechados. Ya es un mantra zen más que un tema machacón... Tu mente está más allá de las penalidades del mundo terrenal... En estas, Y saca a C del trance para decirle que no ha podido contactar con el departamento. C, inducido por la falta de sueño, el trance New Age y el mareo variado ya se imagina a W, X e Y cogidos de la mano: "Departamentoooo, si estás aquí, ¡¡¡MANIFIÉSTATE!!!". Pero el condenado no se manifiesta, así que Y sugiere de nuevo que pase por caja... Todo sea por saltarme a los inútiles...
  6. C se echa parte de su orgullo como postre del desayuno y llama al número de pago. Lógica de negocio aplicada, si eliminamos el intermediario, facilitamos la transacción... "¡Pasen señores, pasen y vean! Conozcan y admiren al increíblemente amable, al único, al inimitable... ¡SEÑOORRR Z!". El amabilísimo señor Z hace la ficha policial de C y le comunica que las gestiones están en progreso "Por favor, no se retire". Creo que esa frase quedaría muy bien en el epitafio del señor Z. Groucho Marx: "Perdone que no me levante", Señor Z "Por favor, no se retire".
  7. Tras diez minutos, C ya no sabe si está hasta las narices del New Age, del "no se retire", o de sostener el teléfono contra la oreja. C resuelve mandar a Z a hacer puñetas, justo cuando Z viene y da a C el ansiado código de desbloqueo... ¿Ya?¿Fin de la odisea? ¡No! Z debe indicarle a C la secuencia de operaciones necesaria para introducir el código. C se plantea indicarle a Z donde se puede meter la secuencia, pero ya no queda mucho, al fin y al cabo eso debe ser un proceso relativamente estándar. C se imagina a Z cogiendo el manual que dice "Desbloqueo de Nokia", buscar la sección 3100 y recitar el código. Cuestión de un minutito o dos... "No se retire". A este paso C no se jubila si hace caso a Z.
  8. Tras otros diez minutos, C ya está recordando como hilar "Z" el verbo ir y "hacer puñetas" en la misma frase. Cual avezado telépata, Z reaparece para instruir a C en LA SECUENCIA, que C ya casi había encontrado por aburrimiento en Internet.
Queridos niños, segunda lección del día: la factura por intentar hacer legalmente algo que puede hacer un niño con un chupete y conexión a internet
0,15 € de establecimiento + 20 min x 0,12 centimos/min = 2,55 €
No hay buena obra sin castigo.

Entre tanto, antes de enzarzarme en discusiones con la mitad del abecedario, he hecho mis deberes: tenía pensado comprar un teléfono libre en oferta en una tienda y, conociéndome cómo se las gasta a veces la realidad, decido llamar por teléfono a la tienda en cuestión, para asegurarme. En la sucursal número dos me dicen que sí, que lo tienen, a lo que yo les pido que me lo guarden para dentro de una hora. "Sin problema". Claro, una hora calculada antes de hacer el melón con los amabilísimos señores de Orange.

Planificación mental "on". Para ir desde el punto P hasta el punto Q paso por el punto B. Decidido, me paso por el banco, que mi tarjeta pide papas y a ver si me la cambian. Proceso ya hecho con anterioridad: te la llevas en el momento (si mi memoria no es traidora). En el banco observo que la suerte me ha guiñado el ojo: "Su turno, 56", "Turno actual, 51". "La leche, es la primera vez que vengo a esta sucursal y no me toca pringar 20 números". Como diría Pocholo, "¡Fiestaaaaaa!". Los números vuelan, ya veo al pelón a punto de llamarme "55" y observo una pobre señora con una muleta y unos problemas de movilidad que ni nuestro difunto Juan Pablo II. En esto, Emerson "Pelón" Fitipaldi salta de número "56": dilema moral al canto ¿reclamo mi puesto o dejo pasar a la sufrida señor? Se impone el buenazo que llevo dentro y dejo que nuestra Papisa se encarame al mostrador. ¿Qué os he dicho hace unos párrafos? "No hay buena obra sin castigo". Todo sucede de golpe: la gestión de la Papisa parece de las largas; a la única empleada competente que me he topado ahí la reclaman para abrir no sé que fondo de inversión ("off" al menos media hora); la señorita de la ventanilla nº2 se va (Dios sabrá si al café o pa casa) y lo que yo pensaba que era su reemplazo se ocupa de la ventanilla "Sólo empresas". El tiempo pierde su significado cuando lo tienes que medir según cuántos empleados de empresa pueden lograr cambiar una cantidad arbitraria de dinero, pero así a ojo, la Papisa tardó unos 6 cambio-cronos en hacer su gestión. Un cambio crono se divide en:
  1. Saludar al cajero, al fin y al cabo lo ves todos los días.
  2. Soltar un pasturrial con la mayor diversidad posible de tipos de moneda, a ser posible con mucha calderilla y con billetes arrugados, no vaya a ser que la máquina de contar los coja a la primera.
  3. Estirar inexplicablemente la entrega de los cilindros de monedas o los fajos de billetes una vez que todo parece ya resuelto.
Cuando ya estaba planteándome afeitarme antes que dejarme un look Tom Hanks, se obra el milagro y la señorita de empresas se cambia de banqueta para atender una ventanilla de la gente de a pie. Y pita, claro, no se da cuenta de que su colega tiene el dedo rápido, así que llama "57". Y ahí voy yo.
- ¿Eres el 57?
- No, el 56, que aquí Fitipaldi se saltó a esa señora y no era plan de hacerle dar la vuelta muleta en ristre. La tarjeta, aquí donde la ves, parece que aún responde en cajeros, pero en las tiendas no va, y cualquier día me sacan las tijeras y me dejan con cara de gilipollas.
- ¿No funciona en los TPVs? (a esto, en mi pueblo, le llaman traducción simultánea).
- No. El otro día mismo tuve que dejar la compra en el súper de aquí al lado y venir rezando para que vuestro cajero me diese MI dinero.
- Vale, tienes que dejarla aquí, te tarda unos 4 días. (¿¿¿¡¡¡COMORL!!!???)
- Vale, ¿para el martes-miércoles?
- No. Laborables, para el jueves-viernes si hay suerte...

Bueno, viviremos. Me echo lo que queda de mi maltrecha paciencia a la chepa y me encamino a la tienda del móvil. Veinte minutos de paseo, pero hace un buen día para pasear, si no fuese porque me olvidé las gafas de sol y por lo tocapelotas que puede llegar a ser la gente. Al fin, sobre la una y veinte llego a la tienda (unos 50 minutos más tarde de lo previsto). Me la recorro hasta encontrar a mi nuevo ídolo. Presentamos la escena: tipo con polo de empleado de la tienda recostado contra un mostrador, con un mando de play 3 en la mano y jugando a un juego de coches en una pantalla de unas 50 pulgadas colocada a mi espalda. A su lado, otro que según llego se vuelve a lo que supongo que será su sección. Miro al as del volante y a su compañero alternativamente y, tras un minuto, el tipo recuerda que entre las novedosas funcionalidades que brinda la PS3 está la PAUSA (adoremos todos a la pausa).
- Hola, te llamé antes por un teléfono libre tal y cual...
- Menos mal que venías en una hora, ¿no?
Tócate los huevos, el dependiente con sarcasmo. Este faltó al cole el día que explicaron "Introducción a: El cliente siempre tiene la razón", "Fundamentos de amabilidad básica" y "Las 10 mejores formas de que un consumidor cabreado te patee los huevos".
- Ya, díselo al del banco.
No es una gran frase, pero es lo mejor que logro articular mientras intento no pensar en la capacidad de destripamiento de un disco Blue Ray. La sangre no destacaría sobre su polo.
- Pues estamos a punto de cerrar y no sé si podrá ser.
Hoy es un gran día para morir, ¿eh, chavalote?
A partir de ahí, y contra todo pronóstico, todo cuesta abajo. Me pasa con su prima la de telefonía, que muy profesional liquida el tema en 5 minutos y me acompaña a junto la que está de guardia en caja para librarme del peso de mis leuros.

Sí, gente, no se me ha muerto nadie en la familia, pero de puro milagro esta gentuza puede decir lo mismo.

Decía la gitana, "Dios te dé pleitos aunque los ganes". Versión reformas "Dios te dé obras aunque las acabe". Pues dos de cosecha propia: "Dios te dé atención al cliente aunque no lo pagues" y "Dios te de una hipoteca", sin aunque y sin peros, que eso sí que acojone.

Mientras tanto, yo sigo de alquiler y sin nombre definitivo para esto. A ver si nos estiramos con esas sugerencias.

P.D.: Donde veáis "amable" o cualquiera de sus derivados en esta entrada, podéis sustituirlo sin empacho por "hijo de puta". Que os aproveche.