miércoles, diciembre 10, 2008

Ambientes de trabajo

En un taller de mecánico cualquiera varios currantes en mono azul charlan de sus cosas mientras aprietan llaves, se manchan de grasa y consumen los minutos de su mañana. Entre un comentario sobre el fútbol y una mención a los muertos del gobierno, uno de ellos desliza su mirada por una pared plagada de pósters de chicas con poca o ninguna ropa. Suspira y vuelve al trabajo...

Toda una denigración moral a la mujer. Quien ha colgado esos pósters es, sin duda alguna un machista redomado, alguien para quien la mujer no es sino un florero, un objeto, un animal de compañía. El maligno en persona. ¿Seguro?

En una oficina de un ministerio, varios trabajadores se afanan detrás de un mostrador, despachando poco a poco a una gran cola de gente. Dos mujeres, un hombre. En la pared del fondo, carteles con indicaciones sobre el uso de las fotocopiadoras, calendarios y dos pósters. En ellos pueden observarse las hileras de abdominales de dos fornidos hombres, a pecho descubierto y con una auténtica mirada acero azul.

Definitivamente, los currantes del taller son unos cerdos. Será por la grasa, será por el mono azul o será por los testículos, porque si no no veo la jodida diferencia.