- Oye, ¿cuánto son quince euros en pesetas?
- Joder, dos mil quinientas, tío, que no es tan difícil.
- Ya, bueno, es que yo soy de letras.
Este fragmento de conversación ficticia ilustra una situación que me saca de quicio. "Yo soy de letras". ¿Por qué no dice directamente "Es que no sé multiplicar"? Si siguiésemos esa regla de tres, yo, que soy de ciencias, debería sembrar estas líneas de faltas de ortografía, pero ahí el argumento sería: "Tío, que eres universitario, a ver si escribes bien".
No es que pida que un estudiante de filología resuelva una ecuación diferencial. Multiplicar, hacer la cuenta de la vieja, lo que sea, leñe. Es cultura general básica, como escribir sin faltas o saber la capital del maldito país en el que vives (de las europeas mejor ni hablamos ¿no?).
Me estoy yendo por las ramas antes de empezar, pero es que me desquicio. No todos corremos los cien metros en 10 segundos, no todos descubrimos la teoría de la relatividad, no todos escribimos "El Quijote" y está bien así. No critico que una persona no sea capaz de realizar una tarea relativamente simple. Lo que me enerva es que se enorgullezca de ello o se invente semejante excusa barata. Serás de letras, pero has dado tranquilamente diez años de matemáticas. Y lo mismo vale al revés (aunque no he presenciado tantos ejemplos): por mucho que seas de ciencias deberías saber quién fueron los Reyes Católicos, de qué idioma viene el castellano y hablarlo correctamente.
Todo esto viene porque el otro día vi un despropósito escrito por alguien "de letras", perpetrada por una escritora reconocida que escribe una columna en un periódico gratuito. Esta señorita dedicaba una columna a despacharse contra el "culto al cuerpo" y lo relacionaba hábilmente con el consumismo y la publicidad con que bombardean a las mujeres en las revistas "femeninas". Hasta ahí nada que objetar. De hecho, quién me conozca sabe que soy muy crítico con eso, y habrá visto la mueca que me cruza la cara cuando sale una modelo tísica por la tele.
Pero claro, esta señorita tenía que mantener su pose "alternativa" e "inteligente", y es ahí cuando sale el tertuliano que todos llevamos dentro, a opinar de lo que no se tiene ni puñetera idea. Y no creáis que se corta un pelo a la hora de condenar la recomendación de beber dos litros de agua diarios (una de sus perlas), ya que según ella eso era una especie de conspiración de las marcas que comercializan agua para darnos un gran sablazo. Según ella, como la comida que nos echamos al cuerpo es en su mayoría agua, no es necesario beber tanto. Lo que desconoce la individua es que la recomendación de los médicos es beber dos litros de agua AL MENOS, además de la que se ingiere al comer. Sobre todo con el calorcito que aprieta en verano estos últimos años. Pero claro, supongo que será de esas personas que opinan que a los médicos no se les puede hacer mucho caso (seis años de estudio no les dan vela en este entierro). Ponía también el grito en el cielo por los casos de mujeres que van al médico con las sales minerales por los suelos, según ella por beber esos "excesivos" dos litrillos de agua al día (servidor se está metiendo del orden de tres o cuatro, y parece que no me muero). Quizá habría que comentarle que los casos de sales minerales tan bajos suelen ser producto del abuso de productos "bajos en sal" o "de mineralización débil", y que según la poca biología que he estudiado yo, para que se note el impacto en las sales con una alimentación normal, habría que beber alrededor de diez o más litros de agua al día (creo recordar).
Aclarémonos: aborrezco ver a una mujer-esqueleto. Hay muchas veces en las que se les ve frágiles, te parte el alma ver la luz del día a su través. Pero tampoco soy partidario de una mujer que sea más fácil saltarla que rodearla. A partir de aquí supongo que me ganaré unas collejas, pero lo que soy es partidario de la salud, tanto en hombres como en mujeres. Ni tan gordo que no pueda subir un tramo de escaleras ni tan escuálido que no pueda coger la bolsa de la compra. Al margen del aspecto, el "gordo feliz" es una putada inmensa. Puedes ser feliz pesando 40 o 240 kilos, aunque lo más seguro es que para tener salud tengas que estar en un peso más moderado.
Sin embargo últimamente sólo hay posturas extremistas al respecto: o tienes que ser un compendio de costillas para adaptarte a una moda idiota que hace tallas XL tamaño esqueleto de ciencias para acomplejar al 70% de la población; la otra postura aceptada es defender tu derecho a no verte las puntas de los pies hasta que te mueras (seguramente de infarto antes de los 50, pero feliz que te cagas con tu gordura). Cada uno se ha instalado en su trinchera y de ahí no los sacamos ni con lejía, mientras se disponen a bombardearnos con disparates sin importar los daños colaterales: críos de 15 años vomitando lo que ingieren o comiendo de forma absolutamente estúpida para lo que necesita un cuerpo en crecimiento y otros que se comen todo lo que los otros deberían, para ver si se comen de paso el rechazo, o desarrollando un odio irracional por los del otro extremo, alimentanto continuamente ambas trincheras.
Ese es un pequeño ejemplo de por qué me saca de quicio la ignorancia aplicada. No sabes y no te informas, pero te encargas de que tu opinión desinformada llegue a quién la tomará como buena por el hecho de estar en prensa escrita. Al menos los que entráis aquí lo hacéis por vuestra cuenta y riesgo, y supongo que no me concederéis más crédito que a cualquiera que os cuente lo que sea por la calle.
- Señorita X, que lo que ha dicho usted en su columna es una barrabasada, y más con la ola de calor que venimos sufriendo, que se nos muere la gente porque anda al sol y no bebe, no vaya a ser que en los de "Fuentrago" se lleven un euro de más.
- Bueno, es que soy de letras...
Y así seguimos señores. Y mejor no recuerdo cuando esta misma señorita despotricaba feliz en la tele sobre cómo rompió aguas en un cine, dando consejos de aguantar para dilatar, no vaya a ser que los médicos malos te hagan una incisión quirúrgica al parir para evitar el desgarro, bastante más agresivo. Pero qué le vamos a hacer, dar consejos es gratis, y en este país "gratis" es la palabra mágica.
Yo, por mi parte, soy de ciencias, de toda la vida.
miércoles, julio 19, 2006
jueves, julio 13, 2006
Madrugones y kinder sorpresa
Recuerdo que hace un tiempo vi el anuncio de una colonia que decía "...separa a los hombres de los chicos". Siempre me pareció curioso que una colonia tuviese tal poder de selección, pero no por ello dejo de creer que sí hay momentos o hechos que te hacen pensar en que has superado una etapa: acabar el colegio, el instituto, entrar en la universidad, tomar tu primera copa, dar tu primer beso, tu primer... En general cualquier cosa que comience por "tu primer ..." suele ser un punto de referencia para futuras batallitas. Pues ya tengo material para una nueva: mi primer empleo (de playmóbil).
Así es, resulta que hay incautos por ahí dispuestos a darme una oportunidad laboral (pobrecillos). Tampoco es que sea un empleo de verdad, es una beca de colaboración (trabajar poco y cobrar poco), pero es la primera vez en mi vida que me pagan oficialmente por un trabajo. Supongo que eso me hará parecer una especie de señorito ("anda, el nene no curra hasta los 24"), pero se trata de que es la primera vez que trabajo por un sueldo, no que trabaje en abstracto. Al que se le ocurra decir lo de señorito lo invito amablemente a pasarse unas semanas en la vendimia y a contrarreloj, echar ocho horas diarias de rodillas arrancando papel pintado de las paredes, pintar la casa, levantar patatas, etcétera. La mayoría de estos trabajos eran para mi familia, así que podía sacar tajada, pero no estaba escrito: si había suerte, bien, y si no, ajo agua y resina. Y mejor no hablemos de todos los servicios técnicos gratuítos que algún día debería facturarle a Microsoft (Bill, si me estás leyendo, me debes una pasta).
Lo de ahora es distinto, principalmente porque tengo el inmenso placer de trabajar en lo mío, en lo que me gusta, y eso sí traza una línea en el camino que recordaré con los años. Como en los antiguos mapas medievales "a partir de aquí, monstruos". Claro que a veces los monstruos que aparecen te desconciertan más que asustarte. El primer día llega tu jefe y te explica donde vas a trabajar, te enseña el lugar y te dice lo que quiere que hagas. Ni para cuándo, ni mantenme informado ni leches en vinagre. Allí te quedas tú sin saber muy bien cómo enfocarlo. ¿A cuántos de vosotros le ha pasado? A mí, particularmente, me ha dejado un poco frío. No haces más que pensar "¿Será urgente? ¿Pensará que soy un vago por no haber acabado ya? O peor, un inútil" (sí, peor inútil que vago, esa es mi escala, y al que no le guste que no la use). Por lo demás, el trabajo está relativamente bien pagado (he echado unos cálculos) y se ciñe al terreno en el que me siento más cómodo, pero después de una semana sigo esperando a que aparezca el jefe y me diga "Oye, que eso tiene que estar antes de fin de mes" o algo por el estilo, momento en el que supongo que me saldrá el corazón por la boca.
Uno de los efectos colaterales del curro es que me veo obligado a levantarme a eso de las 6:30 de la mañana. Contrariamente a la creencia popular, puedo atestiguar que las calles ya están puestas (el personal municipal eficiente que te pasas), lo cual me lleva a estar convencido de que no las quitan (cuando vuelvo de juerga algún día a las 6 siguen ahí) o quizá tienen distinto horario en fin de semana. Algún día puede que lo descubra. Lo más curioso es que con esto de salir a las 7 de casa, me encuentro que el tiempo es como un kinder sorpresa: me levanto a las 6:30 y no veo un pijo, duermo una hora en el tren y me meto en el laboratorio (sin ventana y con aire acondicionado). Cuándo salgo de allí, me quedo un rato buscando el chocolate, porque algo nuevo y una sorpresa lo tengo asegurado. Un día de estos me voy a encontrar con ropa de verano bajo un aguacero del copón, como si aquello fuese un vídeo de los Backstreet Boys.
Me temo que con el tiempo acabaré haciéndome adicto a las apuestas, al fin y al cabo ya me la juego cada mañana. Ya sé que podría consultar la información meteorológica, pero, ¿y la emoción?
Si consigo salir de esta sin hacerme ludópata perdido me gustaría leer vuestras experiencias laborales, que últimamente tenéis esto más abandonado que yo, que ya tiene delito.
Hala, lápiz, papel y al tajo (o teclado, para el caso).
Así es, resulta que hay incautos por ahí dispuestos a darme una oportunidad laboral (pobrecillos). Tampoco es que sea un empleo de verdad, es una beca de colaboración (trabajar poco y cobrar poco), pero es la primera vez en mi vida que me pagan oficialmente por un trabajo. Supongo que eso me hará parecer una especie de señorito ("anda, el nene no curra hasta los 24"), pero se trata de que es la primera vez que trabajo por un sueldo, no que trabaje en abstracto. Al que se le ocurra decir lo de señorito lo invito amablemente a pasarse unas semanas en la vendimia y a contrarreloj, echar ocho horas diarias de rodillas arrancando papel pintado de las paredes, pintar la casa, levantar patatas, etcétera. La mayoría de estos trabajos eran para mi familia, así que podía sacar tajada, pero no estaba escrito: si había suerte, bien, y si no, ajo agua y resina. Y mejor no hablemos de todos los servicios técnicos gratuítos que algún día debería facturarle a Microsoft (Bill, si me estás leyendo, me debes una pasta).
Lo de ahora es distinto, principalmente porque tengo el inmenso placer de trabajar en lo mío, en lo que me gusta, y eso sí traza una línea en el camino que recordaré con los años. Como en los antiguos mapas medievales "a partir de aquí, monstruos". Claro que a veces los monstruos que aparecen te desconciertan más que asustarte. El primer día llega tu jefe y te explica donde vas a trabajar, te enseña el lugar y te dice lo que quiere que hagas. Ni para cuándo, ni mantenme informado ni leches en vinagre. Allí te quedas tú sin saber muy bien cómo enfocarlo. ¿A cuántos de vosotros le ha pasado? A mí, particularmente, me ha dejado un poco frío. No haces más que pensar "¿Será urgente? ¿Pensará que soy un vago por no haber acabado ya? O peor, un inútil" (sí, peor inútil que vago, esa es mi escala, y al que no le guste que no la use). Por lo demás, el trabajo está relativamente bien pagado (he echado unos cálculos) y se ciñe al terreno en el que me siento más cómodo, pero después de una semana sigo esperando a que aparezca el jefe y me diga "Oye, que eso tiene que estar antes de fin de mes" o algo por el estilo, momento en el que supongo que me saldrá el corazón por la boca.
Uno de los efectos colaterales del curro es que me veo obligado a levantarme a eso de las 6:30 de la mañana. Contrariamente a la creencia popular, puedo atestiguar que las calles ya están puestas (el personal municipal eficiente que te pasas), lo cual me lleva a estar convencido de que no las quitan (cuando vuelvo de juerga algún día a las 6 siguen ahí) o quizá tienen distinto horario en fin de semana. Algún día puede que lo descubra. Lo más curioso es que con esto de salir a las 7 de casa, me encuentro que el tiempo es como un kinder sorpresa: me levanto a las 6:30 y no veo un pijo, duermo una hora en el tren y me meto en el laboratorio (sin ventana y con aire acondicionado). Cuándo salgo de allí, me quedo un rato buscando el chocolate, porque algo nuevo y una sorpresa lo tengo asegurado. Un día de estos me voy a encontrar con ropa de verano bajo un aguacero del copón, como si aquello fuese un vídeo de los Backstreet Boys.
Me temo que con el tiempo acabaré haciéndome adicto a las apuestas, al fin y al cabo ya me la juego cada mañana. Ya sé que podría consultar la información meteorológica, pero, ¿y la emoción?
Si consigo salir de esta sin hacerme ludópata perdido me gustaría leer vuestras experiencias laborales, que últimamente tenéis esto más abandonado que yo, que ya tiene delito.
Hala, lápiz, papel y al tajo (o teclado, para el caso).
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