jueves, octubre 05, 2006

Apnea

Manteniendo el tono informal que me caracteriza me voy a saltar olímpicamente la definición de apnea (si tenéis curiosidad mirad la Wikipedia). Así por encima, podemos decir que la apnea es un trastorno del sueño que consiste en dejar de respirar durante determinados intervalos de tiempo. Es decir, tú respiras feliz a tu ritmo y de repente... ¡ahora no! Y te tiras puede que incluso un minuto hasta que se te da por recuperar el ritmo. Los médicos achacan a la apnea un buen montón de trastornos vitales, puesto que por lo visto no descansas nada bien si te pasas toda la noche respirando como el intermitente de María (ahora sí, ahora no). Es decir, que aparte de ir asociado generalmente a los ronquidos, puede ser una pequeña putada cotidiana.

¿Y para qué os cuento esto? Estoy tentado de montar una encuesta, creo que las opciones más votadas serían que quiero montar una asociación de afectados y desfalcar la tesorería o que ya se me ha acabado lo que quiero contar y para llenar el vacío busco en las enciclopedias. Si esto último es cierto, tened miedo, apnea aún está en la "A".

No, no se trata de ninguna de esas cosas. Sí es posible que padezca apnea puesto que por lo visto ronco en plan gran Caruso, capaz de romper cristales. La que si que me lleva un tiempo tocando la moral es la "apnea vital", término que acabo de acuñar para describir en general el ritmo de mi vida. Resumiendo, el sujeto de nuestro experimento tiene su vida montada y organizada, pero a intervalos semirregulares tiene que interrumpirla, con el consiguiente malestar acumulado cuando se restablece de nuevo. Las interrupciones duran generalmente poco (dos días) y no son muy frecuentes (unas dos al mes), pero de vez en cuando pueden llegar a los 15 días, e incluso se tiene constancia de casos de dos meses. Os podéis imaginar que el ronquido al volver a respirar alcanza algo así como un ocho en la escala Richter, con lo que a la jodienda del vita interrupta hay que sumar un jet lag proporcional a la duración del parón.

A estas alturas puedo decir y tengo ganas de gritar que estoy hasta las narices de tanto ligero y sabroso paréntesis. Si quiero parar, quiero parar cuando yo lo decida y para lo que yo quiera. Lo que no me apetece lo más mínimo es perder de vista a buena parte de mi gente más querida a intervalos regulares, sobre todo durante esa época en la que prefieres estar con ellos. Estoy harto. Creo que mi cordura aguantará este año, pero no prometo nada a partir de aquí, así que ya he sacado los planos azules y me he avalanzado sobre ellos para ir trazando las líneas maestras de un plan que me permita vivir de mí y para mí desde dentro de unos meses.

Rendir cuentas ya no mola. En estos momentos sólo hay dos personas a las que esté dispuesto a darle explicaciones de mi vida, y a los dos nos trae sin cuidado. Lo mejor que se puede sacar de todo esto es que he decidido dejar de ir de copiloto y conducir, para variar. Lo malo es que estoy roto después de años de no descansar debidamente por la jodida apnea...

Si no me quedo dormido al volante, este promete ser un gran año. Manténganse a la escucha.

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