martes, agosto 22, 2006

Palmadas y colegueo

Decí­a el anuncio de un coche que "a todos nos gusta vivir bien". A todos nos gusta estar cómodos, fí­sica y mentalmente. La comodidad fí­sica puede ser un buen sillón, tener el cuerpo que quieres o haber cogido "la posturita TM", entre otras muchas cosas. La comodidad mental es más sutil, aunque muchas veces (si no todas) pasa por la palmadita en la espalda.

La palmadita en la espalda va más allá del gesto fí­sico: es ese casi imperceptible refuerzo positivo que se da a ciertas conductas aceptadas, la aceptación, en definitiva. La aceptación es una droga, y de las gordas. Casi nadie admite buscar la aprobación de los demás, pero en cierto modo, todos lo hacemos. El grueso de la gente suele buscar la aprobación social llana y sencilla, la integración, pero los demás no se quedan atrás: los grupos minoritarios que afirman ignorar o despreciar a la sociedad suelen aglutinar gente que busca la aprobación de otros como ellos.

Explicándolo con un ejemplo, el individuo "corriente" es como las pelí­culas de Hollywood: busca llegar a cuanta más gente pueda, valiéndose de ciertos tópicos, conductas aceptadas conocidas y demás. Lo que en la pelí­cula es que el bueno se lleve a la chica, que el ex sea malvado, etc., en la sociedad se suele traducir en una cierta corrección polí­tica. Existen esas pautas no escritas que casi todo el mundo conoce, y seguirlas suele proporcionar la ansiada droga. El individuo "contracorriente" suele buscar romperlas o ignorarlas, pero es una fachada. Como las pelí­culas "de autor" o "experimentales" (y en más campos del arte), aunque provoque el rechazo del público en general, busca la aprobación de su cí­rculo: que otros directores "alternativos" o ciertos sectores de la crí­tica alaben lo poco común de su obra.

El problema de la palmadita es el de todas las drogas: te enganchas. Como estás enganchado, necesitas cada vez más, y estás más inquieto si no la consigues. Para sentirte mejor intentas asegurarte tu dosis, y la forma más fácil de hacerlo es rodearte de gente con la que tienes afinidad. Si adoras el manga (por poner un ejemplo) y tienes contacto con una persona que lo aborrece puede haber discusión, desencuentro, y por ahí­ no llega la dosis. Solución: buscas rodearte de más fans del manga. Si vuestra conversación se mantiene en los lí­mites de vuestra afinidad, las palmadas en la espalda van y vienen, y entran en resonancia. Cada vez se recibe más estí­mulo, más felicidad barata.

En fí­sica (y de forma poco formal, que no soy fí­sico) cuando un conjunto de ondas entra en resonancia surge un fenómeno de amplificación. La amplificación teórica puede ser casi infinita. Sin embargo, si lo aplicas al mundo real, el material puede hacer "crack" al llegar a un punto crí­tico. En la teorí­a global de la palmadita (que me quedo solo buscando nombres), el punto crí­tico llega cuando pierdes el contacto con el exterior del cí­rculo. Las mutuas palmaditas que os profesáis tus contertulios y tú desprenden tal cantidad de energí­a y buen rollo que entráis en órbita. Antes de que os deis cuenta estáis flotando cientos de metros sobre los tristes mortales que tienen la desgracia de no estar en vuestra "onda". Pobrecitos, qué mal deben estar allí­ abajo, privados de la luz de la VERDAD que sólo los elegidos conocen. Alguien deberí­a iluminarlos, pero aquí­ arriba se está tan bien... ¿quién dijo que la endogamia era mala?

¿Parezco exagerado? Revisad vuestros grupos de amigos. ¿Cuántos no comparten vuestras aficiones, vuestras tendencias ideológicas, vuestros gustos musicales? Si hay alguno ¿qué pensáis sinceramente de él? Sin endulzarlo: derecha contra izquierda, cine oriental contra occidental, heavys contra triunfitos. Puede darse el caso de que vuestro grupo sea heterogéneo y feliz, pero mirad alrededor. ¿Cuántas divisiones véis? Cada uno se cava su trinchera y baila sin salir de su baldosa, chotis en comuna y felicidad de bote.

Creo que es la metonimia el fenómeno de identificar un todo con una parte constituyente (no lo recuerdo bien). En el entorno que acabo de describir esto es preocupante: dejamos de ser individuos para ser embajadores involuntarios de nuestro grupo. La bomba no la ha puesto un cabronazo, sino un árabe, un vasco, un bosnio... El asesino no es un psicópata, sino un jugador de rol, o alguien que escucha heavy metal o que lee libros raros. No hay gente que pone pornografí­a al alcance de niños, es Internet que pervierte a nuestros hijos. Cuando en vez de caras vemos banderas o insignias ya estamos a un paso de convertirnos en hooligans, fanáticos o lo que toque. Cuando una persona cruza se pasa de la raya, para nosotros lo ha hecho todo el grupo. Dadnos palos piedras y espadas y yo os monto una escena de "Braveheart" o de "El Señor de los Anillos".

"Elige una vida, elige un trabajo, elige un televisor grande que te cagas...", pero no te olvides de elegir a tu grupo. Deja que el grupo piense por ti­, porque el pensar produce arrugas. No ha sido culpa tuya, ha sido el grupo. El grupo te da tu dosis puntualmente, así­ que ¿para qué le vas a llevar la contraria? El grupo es bueno, el grupo es sabio, el grupo es amigo de Sméagol y Sméagol prometió.

Ten cuidado, Sméagol, que tu promesa no te convierta en Gollum. Aunque lo hayas ignorado e incluso ahogado en alcohol y palmaditas, tienes un cerebro. Si lo enciendes puede que todaví­a funcione. Enciéndelo y párate a oí­r como suena, engrásalo un poco y úsalo. Puede que descubras algo de pensamiento crí­tico, puede que mañana cuestiones algo, o analices cualquier cosa. Cuando lo hagas tendrás abierta la puerta del corral. ¿Quieres tomar la pastilla roja? Que le den por saco a Matrix y date una vuelta por el lado salvaje. La realidad puede dar un montón de asco a veces, pero es mejor que una sobredosis de palmaditas.

¿Cómo dices? ¿Que divago? Culpable, lo admito, pero no por eso dejas de tener delante una pastilla roja y otra azul. ¿Hace un caramelito? ¿Y tú de quién eres?

sábado, agosto 12, 2006

Sin humor

Creo que a veces he logrado arrancar alguna sonrisa. Hoy no es ese dí­a. Hoy no quiero que sea ese dí­a. Hoy no debe ser ese dí­a.

Me he sentado ante el teclado con los ojos llorosos de rabia y de humo, con la sangre martilleando en los oí­dos. Sólo huelo a ceniza en el ambiente y el único sabor que me viene a la boca es el que me sube la náusea por lo que está pasando.

Arde Galicia. Nos la queman. Un grupo organizado de cabrones (hijos de la gran puta, lo que sea, todo se me queda pequeño) se han coordinado (las casualidades tienen su lí­mite) para ir a por el Guinness de las barbacoas, y creo que van por buen rumbo para conseguirlo.

Durante los primeros dí­as de este destrozo me comí­a las entrañas pensar en qué retorcido beneficio podí­an sacar nuestros queridos cabronazos (¿madera quemada? ¿chanchullo urbaní­stico?). Ahora me da igual. No creo que haya beneficio que pueda justificar esto, es más, sé que no lo hay. Mi única duda (y va desapareciendo según crece el odio puro y duro) es si se estarán retorciendo de remordimiento viendo su obra o si ni siquiera tendrán una fibra de corazón para ello. Personalmente espero que lo primero, más que por el sufrimiento que pasarí­an, porque serí­a la prueba de que aún son humanos, y de que el año que viene se lo pensarí­an mucho antes de repetir. Pero suelo ser demasiado optimista con el ser humano.

Una de las voces que se oye a menudo cuando se habla de incendios dice que ojalá se quedasen los incendiarios (no confundir con pirómanos) atrapados dentro. Siento discrepar, pero por una vez no será por misericordia. No quiero que se quede ni uno atrapado, porque morirí­a de asfixia sin sufrir lo suficiente. Ojalá (y me da igual que mi odio hable por mí­) muriesen quemados en vivo, cuanto más sufrimiento, mejor. O si no, que simplemente puedan ser procesados por la justicia (con mayúsculas, de vacaciones hasta nueva orden) y cumplan la condena que sea, pero que sean años de cárcel, y en una de las buenas, con asesinos y demás, no esas mariconadas donde meten al que da un pelotazo urbaní­stico (aunque ojalá reubicasen también a estos otros coleguitas).

Quien me conozca debe estar llevándose las manos a la cabeza, pero lo que están haciendo aquí­, simplemente, no tiene nombre. No matan a la gente (aunque ya hayan muerto tres personas por su culpa), cierto, no te ponen un cuchillo al cuello para quitarte el dinero, qué va. Sólo se estan pasando por la piedra a nuestra (o mi) tierra. Están jodiendo el futuro. ¿No os extraña lo secos que se han vuelto los veranos por aquí­? En ciencias de E.G.B. nos enseñaban que las masas de árboles ayudan a concentrar la lluvia, materializarla o lo que sea. Hablando en plata, que amarran una nube y la obligan a exprimirse (aunque cientí­ficamente no sea nada correcta la explicación). Ojalá me equivoque, pero creo que el año que viene (y en sucesivos, como no se haga un milagro en repoblación) vamos a tener un clima digno de Almerí­a. Menos lluvia, menos árboles que nos den sombra y aire, más ceniza y contaminación a nuestras aguas...

Han surgido las comparaciones con el Prestige. No tengo ni puñetera idea de cuál de las dos catástrofes es peor para el medio ambiente, pero al menos lo del petróleo fue un maldito accidente. Con todas las imprudencias, incompetencias y agravantes que se quiera, pero un puñetero accidente al fin y al cabo. Si todaví­a mantuviese la costumbre de rezar, lo harí­a para que ningún paisano encuentre a un incendiario in fraganti, porque lo mata con lo que lleve, a palos, pedradas o guadañazos. Y no me preocupa la vida del que planta el fuego; me apenarí­a que una persona honrada jodiese la suya por darle lo suyo al malnacido.

Hoy no estoy conciliador. Hoy no tengo paciencia. Hoy escribo por no hacerme al monte con una hoz del siete y buscar gente con cerillas. Ciento sesenta núcleos, cuando escribo esto, noventa activos. Hasta ahora el peor dí­a habí­a sido el lunes, y, supuestamente, desde ayer se ha deshuevado media España y parte del extranjero en enviar medios. Si hoy hay más fuegos ¿es que han mandado unos medios de mierda? ¿Es que a nuestras sabandijas (con perdón de las sabandijas) les parecí­a poco y redoblaron esfuerzos? No lo sé y no creo que quiera saberlo. Sólo quiero que se acabe, pero parece que sólo acabará cuando haya ardido todo.

Enhorabuena, cabrones, malnacidos, cobardes, rastreros, miserables, mercenarios, asesinos. Habéis logrado devastar una tierra que muchos amamos y habéis logrado que el español se quede corto en insultos. No hay palabras para etiquetaros, no hay comparación posible. Ojalá supiese hindú o árabe, dicen que su riqueza en insultos y maldiciones deja muy atrás a nuestro idioma.

No tengo ganas de seguir. No me apetece revivir escenas de linchamientos, con horquillas y antorchas. Si me he excedido en mi repertorio, lamento que lo hayáis leí­do, pero está por venir el dí­a que lamente mis deseos para estas ratas. Ojalá (y es el último) esto mejore antes de que me vuelva a poner al teclado.

martes, agosto 08, 2006

Prostitución cultural (1ª parte): La lengua

En "El guardián entre el centeno", Holden Caufield dice que su hermano, antes escritor de cuentos infantiles, se está "prostituyendo" en Hollywood (queremos pensar que se ha hecho guionista de cine, ¿no?). Pues yo no tengo claro si lo que está pasando con mi (nuestra) cultura es que la prostituyen, la chulean o qué, pero está claro que dentro de poco no la va a conocer ni la madre que la parió.

Alguna aclaración antes de entrar al meollo: por si alguien no lo sabe, soy gallego, de Galicia (por si nos lee alguien de más allá del Atlántico), y es a esta herencia cultural a la que me refiero. Vamos a hacer un resumen rápido de más de quinientos años de Historia.

Durante buena parte de la Edad Media, Galicia era un reino más de los que habí­a en la pení­nsula Ibérica, con otras fronteras, pero en esa época de Reconquista no eran muy estables en ninguna parte. Los habitantes de este reino hablaban una lengua propia, distinta de la de castellano-leoneses y aragoneses, lo que serí­a la madre del gallego y el portugués. Esta lengua incluso estuvo de moda una temporada en la literatura, como demostrarí­an las "Cantigas a Santa Marí­a" de Alfonso X. Con el paso de los años Galicia (o lo que era entonces) pasó por perí­odos en los que se fundió intermitentemente con Castilla, de la que ya no volverí­a a separarse hasta el presente.

Galicia iba un poco por libre, aquí­ se hablaba un proto-gallego y todo estaba dentro de la normalidad de la época. Pero hacia mediados del siglo XV hubo una disputa por el trono de Castilla entre dos aspirantes: Isabel (luego la Católica) y Juana (la "Beltraneja"). La nobleza gallega de la época, anticipándose a lo que serí­a el buen tino de nuestros polí­ticos actuales, apoyó a esta última, a la postre la perdedora. Es de suponer que esto no sentó muy bien a la ganadora, que liquidó a buena parte de los nobles para sustituí­rlos por gente de su confianza. Aquí­ comenzó la histórica bicefalia del gallego como idioma. Puesto que estos nuevos nobles eran castellanos, la gente comenzó a identificar la categorí­a social con el idioma (castellano=alta, gallego=baja). La literatura gallega sufrió un gran revés y pasó sin pena ni gloria hasta el siglo XIX.

Entre tanto, la mayor parte de la gente (por no decir todo el mundo) en Galicia seguí­a hablando su lengua. La aprendí­an cuando nací­an y se le enseñaban a sus hijos, y mucha de esta gente, como aún sucede actualmente, apenas se defendí­a en castellano.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX surgieron unos cuantos escritores que se aventuraron a escribir en gallego, inventándose casi la grafí­a, puesto que no habí­a nada establecido para este idioma. Entre ellos destaca como sí­mbolo la famosa Rosalí­a de Castro. ¿Eran grandes escritores? Seguramente no, pero marcaron un hito y consolidaron lo que se vino a llamar "O Rexurdimento" ("El Resurgir", traducido libremente). Poco a poco se retomó la actividad literaria en gallego, de forma tí­mida pero constante, y de Rosalí­a a Castelao y tiro porque me toca. Hacia el 1936 incluso se habí­a llegado a redactar un borrador de Estatuto de Autonomí­a, pero ya sabemos que el 36 no fue un gran año en España.

Después de la Guerra Civil, El Bajito de Ferrol intentó unificar y sobre todo homogeneizar España. Las lenguas que no fuesen el castellano, sobraban. Se afianzó el desprecio y la vergí¼enza por el uso del gallego y no fue hasta 1981 que por fin se consiguió un Estatuto y se hizo una normalización de la lengua. Ahora agárrense que vienen curvas.

Para lograr la normalización se hizo una especie de máximo común denominador del gallego que se hablaba por todo el territorio, dejando fuera muchos rasgos locales y logrando una especie de "gallego light" que podí­a servir como referencia común a todos. Precisamente por su caracterí­stica "light", este gallego se parecí­a mucho al castellano, y esa puede ser la causa de buena parte de los problemas.

Como en muchos otros lugares, aquí­ tenemos movimientos nacionalistas. Muchos de estos necesitan patológicamente marcar la diferencia con el resto de España, y como no les da la vejiga para mearse por toda la frontera, la toman con el idioma. Comienzan por inventarse palabras, pasándose por el forro la evolución histórica desde el latí­n, si algún vocablo es demasiado semejante al castellano ("primaveira", se han sacado de la manga). Luego pasan a ver la terminación "-cia" como algo castellanizante, una aberración diabólica, y de ahí­ surgen perlas como "Galiza", "xustiza", "servizo" y mi preferido de largo: "grazas". Últimamente estoy perdiendo comba, pero creo que aún les quedaron ganas como para inventarse "tiduos" (tí­tulos). Una joya. Lo peor es que estos representan casi la mitad del Gobierno, por lo que, aprovechando la debilidad de carácter de sus socios, nos la han metido doblada y con calzador (la reforma, malpensados). Y como son envidiosos de narices y el tema está de moda, ahora quieren Estatuto nuevo, que puede estar bien, pero hay cosas bastante más urgentes que atender por aquí­.

Como en todo hay tendencias, también aquí­ tenemos distintos movimientos diferenciados, y unos de mis preferidos son los "lusistas". A esta gente le da una pena tremenda que Galicia y Portugal se hubiesen separado hace unos cuantos siglos, y opinan que sin la cruel represión centralista nosotros ahora hablarí­amos portugués, así­ que se dedican a hacer cartelitos en portugués proclamando actos de todo tipo y lanzando toda clase de mensajes. Lo mejor de todo es que los jodí­os hablan el "gallego light" o el "gallego grazas", no el portugués que escriben y defienden. Por no hablar del intento de borrar de un plumazo quinientos años de Historia (desgraciada o no, está ahí­ y de ella venimos).

Lo triste es que a esta gentucilla se le suma cualquier artistucho que proclama su nacionalismo a los cuatro vientos, produciéndose una retroalimentación gentuza-artistucho que hace que cualquier atisbo de realidad que se les pudiera meter entre oreja y oreja se ahogue en una nube de palmaditas en la espalda, muy normativas, eso sí­.

Era de estos "abortos del arte" de los que querí­a hablar en realidad, pero, como me está quedando un buen ladrillo, lo dejaré para otro dí­a.

Tanta bilis no es buena.

Darle a la tecla

En cierta ocasión alguien me dijo que deberí­a replantearme la forma en la que escribo aquí­. Quizá escribo de una forma "poco literaria", pero fue mi decisión (ver el primer o segundo post). Tampoco es que si me lo propusiese fuera a ser candidato a un Pulitzer, pero podrí­a intentar cambiar el formato, hacer un discurso menos plano y hacer algún ejercicio de estilo... Es una disyuntiva en la que me veo de vez en cuando, pero para echar algo de luz sobre este tema tendré que dar un pequeño rodeo, como es habitual en mí­.

Desde pequeño me ha encantado leer. Solí­a devorar todo libro que caí­a en mis manos, y ya desde niño desarrollé una relación reverencial con la palabra escrita. Los libros eran como pequeños estuches de mago: cuando los abrí­as nunca sabí­as lo que iba a pasar, pero la mayor parte de las veces serí­a algo increí­ble, como Mickey en "Fantasí­a", pero sin destrozos. En parte digo lo del estuche porque se necesita que tú interactúes con los frasquitos y hierbas que encuentras dentro: al poner la mano sobre "El Señor de los Anillos" yo siento una pequeña descarga, un cosquilleo eléctrico; sin embargo, y nunca dejará de sorprenderme, hay un montón de gente a la que el libro no le dice nada, no hacen ninguna pócima con los ingredientes que encuentran en él.

Si retomamos a nuestro pequeño protagonista, por aquel entonces debí­a quintuplicar el í­ndice medio de lectura para su edad. Es lógico que leyendo mucho más que sus compañeros escribiese mejor que ellos, tanto en ortografí­a como en calidad de redacción. Pero mi yo jovencito casi nunca escribí­a: soñaba con escribir, pero no se poní­a a ello, en parte porque su letra nefasta hací­a que cualquier cosa que escribiese a mano se viese horrorosa (enésimo triunfo de la forma sobre el fondo), en parte porque quizá no tení­a nada que decir (al menos nada que quisiera compartir siquiera con una hoja de papel) y, sobre todo, quizá porque ya estaba lo bastante apartado de la manada como para meter otra valla.

No todo iban a ser desgracias. Habí­a ocasiones en las que me veí­a forzado a escribir. En clase me daban una excusa en forma de redacción, descripción, poema, romance, etc. Ahora con perspectiva puedo decir que ya entonces querí­a que alguien conociese lo que escribí­a, porque, en lugar de limitarme a cumplir con el trabajo, solí­a escribir sobre lo que realmente me importaba, arriesgándome a exponerlo públicamente ante una jaurí­a de alumnos de B.U.P. sedientos de sangre. Pero tení­a sus compensaciones: la principal era, aunque yo no fuese consciente, la satisfacción de observar mi trabajo hecho. De hecho recuerdo un ejercicio de Lengua en el que tení­amos que describir algo dos veces: de forma objetiva y subjetiva. Para marcar el contraste hice una descripción objetiva deliberadanmente aséptica (el objeto en cuestión era una cueva medio derruí­da) y luego en la versión subjetiva simplemente dejé que mi imaginación se diese una vuelta por Dios sabrá que recovecos de mi cabeza. Me gustó mucho ese trabajo, pero se me puso todaví­a más cara de tonto cuando la profesora (Amparo, si me estás leyendo ¡hola!) me lo devolvió corregido. "GENIAL!!!", poní­a, en rotulador rojo.

Genial... "¿Y seguiste escribiendo?" No. Un par de años después llevé una especie de semi-diario, una versión en bloc de bolsillo de este blog, pero más tosco, más personal-sentimental y mucho más escurridizo (lo siento, el único adjetivo que hace justicia). Hasta que empecé este blog, mi actividad literaria se restringió a anotaciones para partidas de rol y a ejercicios mentales de composición, fragmentos de verso, prosa o lo que se me antojase.

Hay muchas cosas de las que me arrepiento, y una de ellas es de haber bloqueado ciertos aspectos de mí­ para aliviar parte de la presión social. La literatura fue una ví­ctima fácil e inocente. Pero, ¿por qué no retomé un enfoque más artí­stico ahora que me he soltado? Es una buena pregunta, y no tengo la respuesta, aunque no por falta de candidatas: quizá temo no ser lo bastante bueno; puede que el plazo de publicación que tení­a pensado no encajase; tal vez querí­a una expresión más directa de mis pensamientos... No lo sé. Cuando leo lo que escriben otros casi me arrepiento de mi elección, pero sólo casi. En el fondo creo que cuando me lo pida el cuerpo me arrancaré por otros estilos, así­ que cualquiera sabe.

Pero me dejaba en el tintero una de las mayores razones para escribir cómo lo hago. Durante mucho tiempo, una de las cosas que me silenciaban era que "no tení­a nada que contar". No siempre era cierto, pero sí­ solí­a pasar que se me olvidaba lo que querí­a decir antes de darle forma, o que era demasiado vago para llevarlo a cabo. Escribir en un estilo tan plano me facilita trasladar lo que pienso aquí­ antes de que se vaya de mi cabeza.

Puede que no sea la forma más artí­stica de manifestarme, pero es la mí­a, o lo es por ahora. Y, francamente, (como decí­an en "Lo que el viento se llevó") me importa un comino. Pero de especias y gastronomí­a hablaremos en otra ocasión. Mientras tanto comed sano y escribid, que mi estupidez os ilumine.

martes, agosto 01, 2006

Temores cumplidos

Hace un par de semanas escribí­a sobre un par de temores a raí­z de mi nuevo trabajo.

El primero es jugar a las adivinanzas con el tiempo. Efectivamente, hace unos dí­as pude comprobar en mis carnes como se las gasta el clima cuando se pone cabroncete. Recapitulemos: Villagarcí­a, despejado (a las 7 de la mañana), Coruña, alguna nube (9:30), Coruña, calor asfixiante (14:30). Con estas condiciones y un servidor vestido de corto voy a comer a casa de una amiga a eso de las tres y pico. Después de la comida y la correspondiente sobremesa, mientras bajamos en el ascensor, oí­mos un ruí­do raro y, mientras teorizamos sobre si algún vecino se habrá puesto a hacer obras, yo comento que parece el tí­pico ruido de lluvia contra uralita.

Más me valdrí­a haberme estado calladito, que siempre me han dicho que estaba más guapo. Según salgo a la calle, unas gotas de lluvia como puños, el mismo calor asfixiante y rayos, rayos por doquier. Rápidamente algunas imágenes cruzan mi mente: Son Goku contra Freezer en Namec, Neo contra el Agente Smith en "Matrix Revolutions" o la famosa pelea bajo la lluvia de "Hero". Como en esta última, me veo arrancar a correr y golpear las gotas (deberí­a decir calderos) de lluvia con mi cara. Incluso me estaba planteando las ventajas de convertirme en superguerrero nivel 2. Y así­, mojado como una magdalena en el desayuno llegué por fin a la estación de tren, buscando al Agente Smith a mis espaldas.

El segundo de mis temores era que mi jefe llegase y me dijese algo así­ como "¿Aún estás con eso? ¡Que era para ayer!". No sucedió eso exactamente, pero se aproximó lo bastante como para que se me saliese mi vieja "Sonrisilla Irónica TM". Para no aburriros con detalles al respecto (a los que aún no os haya aburrido), digamos que mi labor consiste en coger un trabajo ya hecho y hacerle modificaciones, que según mis estimaciones me podrí­an llevar cerca de un mes con mi actual jornada de trabajo. Llamémosle un tiempo T.

Pues la semana pasada llegó mi jefe a interesarse por el transcurso de mi labor. Le explico que llevo cerca de la mitad y el hombre no parece disgustado. Acto seguido saca un papelote del lee otras modificaciones que se necesitan. Para resumir, y aún teniendo en cuenta que varios de los requisitos eran triviales y quedaron satisfechos al momento, si antes tení­a un trabajo que me exigí­a T horas de esfuerzo, ahora tengo unas 4T, más o menos, pero además el hombre comenta que estarí­a bien que estuviese todo en condiciones para la segunda semana de septiembre (os recuerdo que en agosto no curro y que la primera semana de septiembre estaré de exámenes...). Pero no todo van a ser malas noticias, así­ que me ha asignado al chaval que se sienta a mi lado (y parece un tí­o muy competente) para que me eche una mano, así­ que supongo que nos queda 2T horas de esfuerzo a cada uno, pero sólo disponemos de T horas laborables, así­ nos tendremos que lucir... Menos mal que por allí­ reina un ambiente de buen rollo que te mueres, que si no creo que ya estarí­a hiperacelerado, viéndolo todo en tiempo-bala.

En fin, que tal como ando últimamente y teniendo en cuenta que uno de mis mayores temores de toda la vida era que Freddy Kruger viniese a por mí­, creo que voy a empezar a dormir con una lima de uñas bajo la almohada.

"Atención, señores clientes, les recordamos que la sección de comentarios está abierta para todos aquellos que deseen compartir sus temores con nosotros. Gracias" (la voz de lata os la imagináis).