martes, agosto 08, 2006

Prostitución cultural (1ª parte): La lengua

En "El guardián entre el centeno", Holden Caufield dice que su hermano, antes escritor de cuentos infantiles, se está "prostituyendo" en Hollywood (queremos pensar que se ha hecho guionista de cine, ¿no?). Pues yo no tengo claro si lo que está pasando con mi (nuestra) cultura es que la prostituyen, la chulean o qué, pero está claro que dentro de poco no la va a conocer ni la madre que la parió.

Alguna aclaración antes de entrar al meollo: por si alguien no lo sabe, soy gallego, de Galicia (por si nos lee alguien de más allá del Atlántico), y es a esta herencia cultural a la que me refiero. Vamos a hacer un resumen rápido de más de quinientos años de Historia.

Durante buena parte de la Edad Media, Galicia era un reino más de los que habí­a en la pení­nsula Ibérica, con otras fronteras, pero en esa época de Reconquista no eran muy estables en ninguna parte. Los habitantes de este reino hablaban una lengua propia, distinta de la de castellano-leoneses y aragoneses, lo que serí­a la madre del gallego y el portugués. Esta lengua incluso estuvo de moda una temporada en la literatura, como demostrarí­an las "Cantigas a Santa Marí­a" de Alfonso X. Con el paso de los años Galicia (o lo que era entonces) pasó por perí­odos en los que se fundió intermitentemente con Castilla, de la que ya no volverí­a a separarse hasta el presente.

Galicia iba un poco por libre, aquí­ se hablaba un proto-gallego y todo estaba dentro de la normalidad de la época. Pero hacia mediados del siglo XV hubo una disputa por el trono de Castilla entre dos aspirantes: Isabel (luego la Católica) y Juana (la "Beltraneja"). La nobleza gallega de la época, anticipándose a lo que serí­a el buen tino de nuestros polí­ticos actuales, apoyó a esta última, a la postre la perdedora. Es de suponer que esto no sentó muy bien a la ganadora, que liquidó a buena parte de los nobles para sustituí­rlos por gente de su confianza. Aquí­ comenzó la histórica bicefalia del gallego como idioma. Puesto que estos nuevos nobles eran castellanos, la gente comenzó a identificar la categorí­a social con el idioma (castellano=alta, gallego=baja). La literatura gallega sufrió un gran revés y pasó sin pena ni gloria hasta el siglo XIX.

Entre tanto, la mayor parte de la gente (por no decir todo el mundo) en Galicia seguí­a hablando su lengua. La aprendí­an cuando nací­an y se le enseñaban a sus hijos, y mucha de esta gente, como aún sucede actualmente, apenas se defendí­a en castellano.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX surgieron unos cuantos escritores que se aventuraron a escribir en gallego, inventándose casi la grafí­a, puesto que no habí­a nada establecido para este idioma. Entre ellos destaca como sí­mbolo la famosa Rosalí­a de Castro. ¿Eran grandes escritores? Seguramente no, pero marcaron un hito y consolidaron lo que se vino a llamar "O Rexurdimento" ("El Resurgir", traducido libremente). Poco a poco se retomó la actividad literaria en gallego, de forma tí­mida pero constante, y de Rosalí­a a Castelao y tiro porque me toca. Hacia el 1936 incluso se habí­a llegado a redactar un borrador de Estatuto de Autonomí­a, pero ya sabemos que el 36 no fue un gran año en España.

Después de la Guerra Civil, El Bajito de Ferrol intentó unificar y sobre todo homogeneizar España. Las lenguas que no fuesen el castellano, sobraban. Se afianzó el desprecio y la vergí¼enza por el uso del gallego y no fue hasta 1981 que por fin se consiguió un Estatuto y se hizo una normalización de la lengua. Ahora agárrense que vienen curvas.

Para lograr la normalización se hizo una especie de máximo común denominador del gallego que se hablaba por todo el territorio, dejando fuera muchos rasgos locales y logrando una especie de "gallego light" que podí­a servir como referencia común a todos. Precisamente por su caracterí­stica "light", este gallego se parecí­a mucho al castellano, y esa puede ser la causa de buena parte de los problemas.

Como en muchos otros lugares, aquí­ tenemos movimientos nacionalistas. Muchos de estos necesitan patológicamente marcar la diferencia con el resto de España, y como no les da la vejiga para mearse por toda la frontera, la toman con el idioma. Comienzan por inventarse palabras, pasándose por el forro la evolución histórica desde el latí­n, si algún vocablo es demasiado semejante al castellano ("primaveira", se han sacado de la manga). Luego pasan a ver la terminación "-cia" como algo castellanizante, una aberración diabólica, y de ahí­ surgen perlas como "Galiza", "xustiza", "servizo" y mi preferido de largo: "grazas". Últimamente estoy perdiendo comba, pero creo que aún les quedaron ganas como para inventarse "tiduos" (tí­tulos). Una joya. Lo peor es que estos representan casi la mitad del Gobierno, por lo que, aprovechando la debilidad de carácter de sus socios, nos la han metido doblada y con calzador (la reforma, malpensados). Y como son envidiosos de narices y el tema está de moda, ahora quieren Estatuto nuevo, que puede estar bien, pero hay cosas bastante más urgentes que atender por aquí­.

Como en todo hay tendencias, también aquí­ tenemos distintos movimientos diferenciados, y unos de mis preferidos son los "lusistas". A esta gente le da una pena tremenda que Galicia y Portugal se hubiesen separado hace unos cuantos siglos, y opinan que sin la cruel represión centralista nosotros ahora hablarí­amos portugués, así­ que se dedican a hacer cartelitos en portugués proclamando actos de todo tipo y lanzando toda clase de mensajes. Lo mejor de todo es que los jodí­os hablan el "gallego light" o el "gallego grazas", no el portugués que escriben y defienden. Por no hablar del intento de borrar de un plumazo quinientos años de Historia (desgraciada o no, está ahí­ y de ella venimos).

Lo triste es que a esta gentucilla se le suma cualquier artistucho que proclama su nacionalismo a los cuatro vientos, produciéndose una retroalimentación gentuza-artistucho que hace que cualquier atisbo de realidad que se les pudiera meter entre oreja y oreja se ahogue en una nube de palmaditas en la espalda, muy normativas, eso sí­.

Era de estos "abortos del arte" de los que querí­a hablar en realidad, pero, como me está quedando un buen ladrillo, lo dejaré para otro dí­a.

Tanta bilis no es buena.

No hay comentarios: