En "El guardián entre el centeno", Holden Caufield dice que su hermano, antes escritor de cuentos infantiles, se está "prostituyendo" en Hollywood (queremos pensar que se ha hecho guionista de cine, ¿no?). Pues yo no tengo claro si lo que está pasando con mi (nuestra) cultura es que la prostituyen, la chulean o qué, pero está claro que dentro de poco no la va a conocer ni la madre que la parió.
Alguna aclaración antes de entrar al meollo: por si alguien no lo sabe, soy gallego, de Galicia (por si nos lee alguien de más allá del Atlántico), y es a esta herencia cultural a la que me refiero. Vamos a hacer un resumen rápido de más de quinientos años de Historia.
Durante buena parte de la Edad Media, Galicia era un reino más de los que había en la península Ibérica, con otras fronteras, pero en esa época de Reconquista no eran muy estables en ninguna parte. Los habitantes de este reino hablaban una lengua propia, distinta de la de castellano-leoneses y aragoneses, lo que sería la madre del gallego y el portugués. Esta lengua incluso estuvo de moda una temporada en la literatura, como demostrarían las "Cantigas a Santa María" de Alfonso X. Con el paso de los años Galicia (o lo que era entonces) pasó por períodos en los que se fundió intermitentemente con Castilla, de la que ya no volvería a separarse hasta el presente.
Galicia iba un poco por libre, aquí se hablaba un proto-gallego y todo estaba dentro de la normalidad de la época. Pero hacia mediados del siglo XV hubo una disputa por el trono de Castilla entre dos aspirantes: Isabel (luego la Católica) y Juana (la "Beltraneja"). La nobleza gallega de la época, anticipándose a lo que sería el buen tino de nuestros políticos actuales, apoyó a esta última, a la postre la perdedora. Es de suponer que esto no sentó muy bien a la ganadora, que liquidó a buena parte de los nobles para sustituírlos por gente de su confianza. Aquí comenzó la histórica bicefalia del gallego como idioma. Puesto que estos nuevos nobles eran castellanos, la gente comenzó a identificar la categoría social con el idioma (castellano=alta, gallego=baja). La literatura gallega sufrió un gran revés y pasó sin pena ni gloria hasta el siglo XIX.
Entre tanto, la mayor parte de la gente (por no decir todo el mundo) en Galicia seguía hablando su lengua. La aprendían cuando nacían y se le enseñaban a sus hijos, y mucha de esta gente, como aún sucede actualmente, apenas se defendía en castellano.
Hacia la segunda mitad del siglo XIX surgieron unos cuantos escritores que se aventuraron a escribir en gallego, inventándose casi la grafía, puesto que no había nada establecido para este idioma. Entre ellos destaca como símbolo la famosa Rosalía de Castro. ¿Eran grandes escritores? Seguramente no, pero marcaron un hito y consolidaron lo que se vino a llamar "O Rexurdimento" ("El Resurgir", traducido libremente). Poco a poco se retomó la actividad literaria en gallego, de forma tímida pero constante, y de Rosalía a Castelao y tiro porque me toca. Hacia el 1936 incluso se había llegado a redactar un borrador de Estatuto de Autonomía, pero ya sabemos que el 36 no fue un gran año en España.
Después de la Guerra Civil, El Bajito de Ferrol intentó unificar y sobre todo homogeneizar España. Las lenguas que no fuesen el castellano, sobraban. Se afianzó el desprecio y la vergí¼enza por el uso del gallego y no fue hasta 1981 que por fin se consiguió un Estatuto y se hizo una normalización de la lengua. Ahora agárrense que vienen curvas.
Para lograr la normalización se hizo una especie de máximo común denominador del gallego que se hablaba por todo el territorio, dejando fuera muchos rasgos locales y logrando una especie de "gallego light" que podía servir como referencia común a todos. Precisamente por su característica "light", este gallego se parecía mucho al castellano, y esa puede ser la causa de buena parte de los problemas.
Como en muchos otros lugares, aquí tenemos movimientos nacionalistas. Muchos de estos necesitan patológicamente marcar la diferencia con el resto de España, y como no les da la vejiga para mearse por toda la frontera, la toman con el idioma. Comienzan por inventarse palabras, pasándose por el forro la evolución histórica desde el latín, si algún vocablo es demasiado semejante al castellano ("primaveira", se han sacado de la manga). Luego pasan a ver la terminación "-cia" como algo castellanizante, una aberración diabólica, y de ahí surgen perlas como "Galiza", "xustiza", "servizo" y mi preferido de largo: "grazas". Últimamente estoy perdiendo comba, pero creo que aún les quedaron ganas como para inventarse "tiduos" (títulos). Una joya. Lo peor es que estos representan casi la mitad del Gobierno, por lo que, aprovechando la debilidad de carácter de sus socios, nos la han metido doblada y con calzador (la reforma, malpensados). Y como son envidiosos de narices y el tema está de moda, ahora quieren Estatuto nuevo, que puede estar bien, pero hay cosas bastante más urgentes que atender por aquí.
Como en todo hay tendencias, también aquí tenemos distintos movimientos diferenciados, y unos de mis preferidos son los "lusistas". A esta gente le da una pena tremenda que Galicia y Portugal se hubiesen separado hace unos cuantos siglos, y opinan que sin la cruel represión centralista nosotros ahora hablaríamos portugués, así que se dedican a hacer cartelitos en portugués proclamando actos de todo tipo y lanzando toda clase de mensajes. Lo mejor de todo es que los jodíos hablan el "gallego light" o el "gallego grazas", no el portugués que escriben y defienden. Por no hablar del intento de borrar de un plumazo quinientos años de Historia (desgraciada o no, está ahí y de ella venimos).
Lo triste es que a esta gentucilla se le suma cualquier artistucho que proclama su nacionalismo a los cuatro vientos, produciéndose una retroalimentación gentuza-artistucho que hace que cualquier atisbo de realidad que se les pudiera meter entre oreja y oreja se ahogue en una nube de palmaditas en la espalda, muy normativas, eso sí.
Era de estos "abortos del arte" de los que quería hablar en realidad, pero, como me está quedando un buen ladrillo, lo dejaré para otro día.
Tanta bilis no es buena.
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