sábado, agosto 12, 2006

Sin humor

Creo que a veces he logrado arrancar alguna sonrisa. Hoy no es ese dí­a. Hoy no quiero que sea ese dí­a. Hoy no debe ser ese dí­a.

Me he sentado ante el teclado con los ojos llorosos de rabia y de humo, con la sangre martilleando en los oí­dos. Sólo huelo a ceniza en el ambiente y el único sabor que me viene a la boca es el que me sube la náusea por lo que está pasando.

Arde Galicia. Nos la queman. Un grupo organizado de cabrones (hijos de la gran puta, lo que sea, todo se me queda pequeño) se han coordinado (las casualidades tienen su lí­mite) para ir a por el Guinness de las barbacoas, y creo que van por buen rumbo para conseguirlo.

Durante los primeros dí­as de este destrozo me comí­a las entrañas pensar en qué retorcido beneficio podí­an sacar nuestros queridos cabronazos (¿madera quemada? ¿chanchullo urbaní­stico?). Ahora me da igual. No creo que haya beneficio que pueda justificar esto, es más, sé que no lo hay. Mi única duda (y va desapareciendo según crece el odio puro y duro) es si se estarán retorciendo de remordimiento viendo su obra o si ni siquiera tendrán una fibra de corazón para ello. Personalmente espero que lo primero, más que por el sufrimiento que pasarí­an, porque serí­a la prueba de que aún son humanos, y de que el año que viene se lo pensarí­an mucho antes de repetir. Pero suelo ser demasiado optimista con el ser humano.

Una de las voces que se oye a menudo cuando se habla de incendios dice que ojalá se quedasen los incendiarios (no confundir con pirómanos) atrapados dentro. Siento discrepar, pero por una vez no será por misericordia. No quiero que se quede ni uno atrapado, porque morirí­a de asfixia sin sufrir lo suficiente. Ojalá (y me da igual que mi odio hable por mí­) muriesen quemados en vivo, cuanto más sufrimiento, mejor. O si no, que simplemente puedan ser procesados por la justicia (con mayúsculas, de vacaciones hasta nueva orden) y cumplan la condena que sea, pero que sean años de cárcel, y en una de las buenas, con asesinos y demás, no esas mariconadas donde meten al que da un pelotazo urbaní­stico (aunque ojalá reubicasen también a estos otros coleguitas).

Quien me conozca debe estar llevándose las manos a la cabeza, pero lo que están haciendo aquí­, simplemente, no tiene nombre. No matan a la gente (aunque ya hayan muerto tres personas por su culpa), cierto, no te ponen un cuchillo al cuello para quitarte el dinero, qué va. Sólo se estan pasando por la piedra a nuestra (o mi) tierra. Están jodiendo el futuro. ¿No os extraña lo secos que se han vuelto los veranos por aquí­? En ciencias de E.G.B. nos enseñaban que las masas de árboles ayudan a concentrar la lluvia, materializarla o lo que sea. Hablando en plata, que amarran una nube y la obligan a exprimirse (aunque cientí­ficamente no sea nada correcta la explicación). Ojalá me equivoque, pero creo que el año que viene (y en sucesivos, como no se haga un milagro en repoblación) vamos a tener un clima digno de Almerí­a. Menos lluvia, menos árboles que nos den sombra y aire, más ceniza y contaminación a nuestras aguas...

Han surgido las comparaciones con el Prestige. No tengo ni puñetera idea de cuál de las dos catástrofes es peor para el medio ambiente, pero al menos lo del petróleo fue un maldito accidente. Con todas las imprudencias, incompetencias y agravantes que se quiera, pero un puñetero accidente al fin y al cabo. Si todaví­a mantuviese la costumbre de rezar, lo harí­a para que ningún paisano encuentre a un incendiario in fraganti, porque lo mata con lo que lleve, a palos, pedradas o guadañazos. Y no me preocupa la vida del que planta el fuego; me apenarí­a que una persona honrada jodiese la suya por darle lo suyo al malnacido.

Hoy no estoy conciliador. Hoy no tengo paciencia. Hoy escribo por no hacerme al monte con una hoz del siete y buscar gente con cerillas. Ciento sesenta núcleos, cuando escribo esto, noventa activos. Hasta ahora el peor dí­a habí­a sido el lunes, y, supuestamente, desde ayer se ha deshuevado media España y parte del extranjero en enviar medios. Si hoy hay más fuegos ¿es que han mandado unos medios de mierda? ¿Es que a nuestras sabandijas (con perdón de las sabandijas) les parecí­a poco y redoblaron esfuerzos? No lo sé y no creo que quiera saberlo. Sólo quiero que se acabe, pero parece que sólo acabará cuando haya ardido todo.

Enhorabuena, cabrones, malnacidos, cobardes, rastreros, miserables, mercenarios, asesinos. Habéis logrado devastar una tierra que muchos amamos y habéis logrado que el español se quede corto en insultos. No hay palabras para etiquetaros, no hay comparación posible. Ojalá supiese hindú o árabe, dicen que su riqueza en insultos y maldiciones deja muy atrás a nuestro idioma.

No tengo ganas de seguir. No me apetece revivir escenas de linchamientos, con horquillas y antorchas. Si me he excedido en mi repertorio, lamento que lo hayáis leí­do, pero está por venir el dí­a que lamente mis deseos para estas ratas. Ojalá (y es el último) esto mejore antes de que me vuelva a poner al teclado.

No hay comentarios: