Siguiendo con símiles a destiempo, para el que tenga algún interés en sobre qué ha versado mi quehacer en los últimos tiempos (digamos un mes), podríamos dividirlo en dos categorías: whac-a-mole y asistente de Cenicienta. En la primera variante, tu (mi) jornada laboral consite en sentarte delante de un campo de topos con un martillo, un trabuco o una motosierra, que de todo hay, y descargar tu arma reglamentaria sobre la primera cabeza que asome. Largas y amenas jornadas de ejecución de pruebas en una aplicación, deseando con todas tus fuerzas que falle para tener algo que hacer un poco menos aburrido... En la segunda, te suministran una relación de pies y zapatos, y te dicen que los vayas calzando como puedas, pero, al igual que con las hermanastrísimas de la señorita C., el zapato no suele ajustar, por lo que tienes que rebanarles algún dedo o parte del talón (como hacían en la versión original del cuento) para ver si encaja. Puede que también sea necesario rehacer parte del zapato, o todo entero, intentando mantener el diseño que no cabe en el pie pero obrando el milagro de que entre. Herramientas de trabajo: set de trabajo en cuero, vaselina, serrucho y algodón, para rellenos o para cortar la hemorragia...
Así que si de mí dependiese la contratación de un nuevo programador, las habilidades imprescindibles serían:
- Rapidez de reflejos. Los topos son veloces.
- Habilidad en la pesca. A ser posible, manos con dibujo de neumático, para un mejor agarre.
- Paciencia infinita. Dicen que es un requisito para la pesca, y no lo es menos para la caza de topos.
- Vena McGyver. Con una aguja y un parche de cuero hay que currarse réplicas de Manolos en tiempo récord.
- Cierto toque psicópata. Al fin y al cabo, si tiene que mutilar, que disfrute con ello, ¿no?
- Saber cambiar las bobinas de papel continuo secamanos. Cuando el papel de manos se ha terminado, la toalla siempre está mojada (ley de Murphy apócrifa sobre los retretes en las oficinas).
Buenas noches, y buena suerte...
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