¡La vida pirata es la vida mejor!
¡No hay que estudiar!
¡Ni trabajar!
¡Con la botella de ron!
Esta alegre incitación al alcoholismo es una canción de acampada de mi tierna juventud, pero resume lo que mucha gente piensa de la vida de estudiante. No es que sea el trabajo más duro (suelo decir que me dedico a esto porque me da pereza colocar ladrillos), pero también tiene su miga. Cierto, no tienes que cargar pesos como una mula, pero implica un desgaste mental nada despreciable.
Mi carrera es una ingeniería (aunque no de las clásicas). En ingeniería, la el tiempo se convierte en un ciclo infinito: te proponen un problema, te descuernas hasta encontrar la solución, la construyes y disfrutas tu miniorgasmo antes de que caiga el siguiente encargo. Ésta es la principal fuente de dolores de cabeza, puesto que una vez planteado el problema se vuelve casi imposible desconectar de él (al menos durante un periodo de tiempo razonable). Se sabe de gente que sueña con el problema, e incluso alguna vez sueña la solución. Tenemos pues que durante la fase de búsqueda de la solución no hay descanso para tu pobre cabecita, pero el segundo gran problema viene dado precisamente por ser estudiante.
Este segundo gran problema se llama continuidad. Tal como están diseñados los cursos, una vez acabas de solucionar un problema (siempre con fecha límite) ya te han planteado el siguiente. No hay descanso, nada de recobrar el aliento. Además, a poco que seas un pelín mediocre (los de la mitad de la tabla, saludemos), vas arrastrando una propinilla para septiembre, con lo cual consigues que tu nivel de esfuerzo/concentración nunca descienda de un mínimo. En mi caso llevo entre seis y siente años sin un descanso verdadero que dure más de un par de días, y me he dado cuenta de que eso me provoca un cierto bloqueo intelectual. Es tan frustrante que hasta me hace cuesta arriba lo que yo creo que será mi último año.
Podréis decirme que el mundo laboral no va a ser ningún camino de rosas, y seguramente será cierto, pero hay dos razones por las que eso no me importa ahora: la primera es que suelen asustarme más las desgracias inminentes que las venideras (cada cosa a su tiempo, ante todo mucha calma, etc.). La segunda es que entonces ya no viviré de prestado; no tendré que rendir cuentas más que a mí mismo, y eso siempre quita presión.
Supongo que estaréis buscando vuestras etiquetas de "EXAGERADO" para ver si le ponéis la cola a este burro. Bien, dejadme que os cuente una anécdota:
Una amiga mía suele bromear con respecto al trabajo de los informáticos: "Ah, sí, vosotros arregláis lavadoras ¿no?". El otro día salió esto a colación mientras hablaba con un colega (de profesión y estudios). Él, a punto de acabar la carrera, resopló y dijo: "Que quieres que te diga, si me pagasen lo mismo, preferiría arreglar lavadoras".
No tenemos un bisturí en la mano, no sentimos esa clase de tensión, pero si alguno de vosotros se ha puesto en plan tozudo intentando resolver un crucigrama o un jeroglífico difícil sin conseguirlo, multiplicad esa sensación de ahogo por cien, por mil o por lo que queráis y ahí nos veremos. La mayor parte del tiempo es como estar mirando los focos del camión que te va a atropellar: sabes que tienes que actuar cuanto antes, pero parece que te hayan lastrado con una tonelada.
Así que me despido de vosotros y me dispongo a dar cabezazos a la mesa ¡con la botella de ron!
jueves, septiembre 21, 2006
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