miércoles, abril 12, 2006

El hombre y la máquina

En condiciones normales, ahora tocaría una buena retahíla de explicaciones, explicando que no he tenido tiempo por las prácticas y demás historias, pero ni me apetece hablar de eso ni a vosotros escucharlo, por lo que pasaremos a otros asuntos un poco menos muermos.

Entre las cosas que quería poner aquí en este tiempo se encuentra mi apasionante combate contra el cajero automático, sólo espero recordarlo en todo su esplendor...

Era un día de lluvia y cerré tras de mí la puerta de la guarida del cajero. Yo lo miré, su monitor ni siquiera parpadeó... El tiempo se congeló un instante, para luego recuperar una fluidez viscosa y ralentizada mientras en mi cabeza sonaban aquellas palabras que no oía desde tiempos del Street Fighter II: "Round one, ¡¡Fight!!".
Saqué mi tarjeta y ataqué con ella la ranura de mi oponente (sabiéndolo su punto débil). Fue un movimiento ágil y fugaz, con el que esperaba tomarlo por sorpresa y, ante su aparente indefensión, procedí a ejecutar el combo de mi PIN, observando como su pantalla delataba la pérdida de energía. Sólo me faltaba arrancarle el dinero y el combate sería mío, pero el muy HDP se guardaba un as en la manga: "No es posible acceder a la red temporalmente, inténtelo más tarde". "Draw game", el Street Fighter seguía en mi mente mientras recuperaba mi tarjeta (quiero decir, arma reglamentaria).
"Temporalmente, ya... Ahí la has cagao" pensé para mis adentros. Sin dar tiempo a mi enemigo para recuperar el aliento, en un osado movimiento cargué de nuevo, jugándome la vida y la integridad de mi tarjeta. Mi adversario se defendió bien, y ya empezaba a correr un sudor frío por mi espalda al ver que, tras aplicar nuevamente el combo-PIN, no me llamaba por mi nombre y mostraba un repertorio de operaciones reducido. Decidí no dejarme amedrentar por lo que se prometía un creditus interruptus con pérdida de tarjeta ("Por mis cojones que me suelta la pasta") y tecleé el importe deseado. Casi pude oír el crack con el que la entereza de mi adversario se hizo añicos mientras me daba mi dinero y un ticket en el que no aparecía un resumen de mi cuenta, y soltaba a regañadientes mi tarjeta ("Haruma wins"). Antes de salir, reparé que le había hecho una pantalla nueva a ese engendro: "Fuera de servicio", ponía ahora ("Fatality").
Y así, cual Ryu victorioso sobre Bison, me alejé con mi mochila al hombro, bajo una fina lluvia y dando la espalda a lo que quedaba de un adversario derrotado.

Supongo que muchos de vosotros pensaréis que se me ha ido la pinza, pero esta clase de triunfos del hombre sobre la máquina hacen que te iergas mirando al horizonte mientras el viento revuelve tus cabellos y suspires triunfador... Como cuando logras montar un mueble de IKEA. Cuantas más piezas te sobren y más arañazos adornen tu piel, mejor. "¿Quién necesita diez tornillos? Yo lo he conseguido con cuatro", y te quedas como se quedarían nuestros antepasados después de forrar a lanzazos a un mamut (no sabéis lo peligrosos que se pueden poner los muebles de "hágalo usted mismo").

Queda abierta la veda, cualquiera que tenga historias de cacharros o interesantes anécdotas del Street Fighter II puede aprovecharse salvajemente de la sección de comentarios, no os cortéis.

Por último, un anuncio de las páginas de sociedad. Habréis advertido la desaparición del enlace a Noe's World. No hay ningún incidente diplomático, se trata simplemente de que ha abandonado una vida de miserias (MSN Spaces) para renacer gloriosamente en algún lugar mejor. En cuanto se produzca la resurrección (muy adecuada en estas fechas), reencarnación (siempre da un toque zen) o lo que sea, lo sabréis tan pronto como yo lo sepa.

Nos veremos en breve...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espero que no hayas escogido como víctima al cajero de la facultad ni al recarga tarjetas del caixa Galicia del campus; porque el hecho de que estén fuera de combate día sí, día también hace sospechar...A la que si que le hace falta caña es a la máquina de chocolatinas, que tos los días cobra patadas giratorias como una posesa, y no aprende la jodía.